A veces las casualidades se hacen cómplices de los deseos. Costanza y Mauro llevaban media vida esperándose hasta que un encuentro imprevisto en la Gran Vía de Madrid volvió a unir sus destinos.Costanza, recién separada de su marido, abogada en un prestigioso despacho, tenía entre manos la defensa de un importante banquero, un hecho que le absorbía todas las horas del día. Mauro, el padre Mauro, acababa de volver de Roma para acometer un trabajo encargado por el arzobispado de Madrid.